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Gracias Juan Pablo II

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Carlos Villa Roiz

Este 21 de septiembre se cumplirán 15 años del inicio de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, acontecimiento que por su importancia no se limita a ser una relación bilateral más, puesto que por las características históricas de nuestro país tiene relevancia internacional, en el marco del avance hacia la democracia, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos.

La vocación religiosa del pueblo mexicano encuentra sólidas raíces en Mesoamérica y después de 1521, el celo evangelizador encaminó la cultura hacia el cristianismo, al punto que José María Morelos, en ?Sentimientos de la Nación?, la declaraba como ?única sin tolerancia de otra?.

 

Al alcanzar México la independencia nacional, el blanco de nuestra bandera quedó simbolizando la pureza de la religión católica, no obstante, la Santa Sede no reconoció inmediatamente nuestra soberanía lo que acentuó las diferencias entre liberales y conservadores.

 

En Congreso de 1824 mantuvo como oficial la religión católica y el Papa León XII, quien felicitó al pueblo por ser fiel a la Iglesia, pero no reconoció al nuevo gobierno, presionado por diplomáticos españoles.

 

A la muerte de León XII, el nuevo papa Pío VII tuvo un breve reinado en el que comenzaron gestiones para que designara obispos para nuestra patria, pero sería el presidente Anastasio Bustamante quien buscó la reconciliación eficaz tanto con España como con la Santa Sede, de modo que el papa Gregorio XVI nombró 6 obispos para México, destinados a Linares, Michoacán, Durango, Chiapas, Puebla y otras diócesis.

 

El gobierno mexicano inútilmente trató de conservar los privilegios eclesiales de España, como el Patronato que permitía designar cargos sin la necesidad de pedirle al Vaticano su anuencia anticipada. Con la pérdida de territorios, las posturas de liberales y conservadores se agudizaron y en estos vaivenes de la historia, se extinguieron corporaciones religiosas como los Camilos y casi desaparecieron los Carmelitas, Mercedarios y otras más.

 

La Constitución de 1857 asentó duros golpes a la Iglesia en México sin que por ello disminuyera la fe de sus habitantes. La libertad de enseñanza marcó un camino democrático, ciertamente, y desde esta perspectiva, la Reforma abrió las puertas al Estado Laico, si bien, en varios puntos, se procedió en contra de la propia Iglesia.

 

La etapa porfirista  y luego la Revolución, trajo consigo al primer mártir mexicano de los tiempos modernos: San David Galván, sacerdote fusilado tras haber cumplido con su deber de asistir espiritualmente a los heridos en una batalla entre villistas y carrancistas, en las afueras de Guadalajara.

 

Tras un millón de muertos en los ensangrentados campos de México, la Constitución Política de 1917 plató los cimientos para una paz más justa y duradera, sin embargo, también contenía algunos puntos que dañaban la misión evangélica de la Iglesia, lo que derivó, en pocos años, en una nueva guerra fraticida conocida como La Cristiana, que tuvo los episodios más violentes entre 1926 y 1929, lo que arrojó miles de muertos en todos los frentes.

 

Durante este tiempo, el Episcopado Mexicano decidió cerrar los templos para proteger a los fieles, pues la Ley Calles trajo consigo medidas coercitivas y punitivas que derivaron en auténticas persecuciones.

 

Tras los acuerdos de paz de 1929 que dieron formal fin a este conflicto, las relaciones entre el Estado y la Iglesia mejoraron, pero siempre estuvo latente el lastimoso hecho de que en un país de gran mayoría católica, no existieran relaciones con la Santa Sede.

 

En tiempos del papa Juan Pablo II, desde su primer viaje pastoral, en enero de 1979, quedó de manifiesta la voluntad mutua de comenzar las relaciones bilaterales.

 

México reformó en 1992 el marco jurídico que regía a las Iglesias y se aprobó una nueva ley reglamentaria para las Asociaciones Religiosas. La discusión de estas reformas se hizo sobre el respeto de tres premisas fundamentales: 1) separación entre el Estado y las Iglesias; 2) educación laica y; 3) libertad de creencias.

 

Las reformas realizadas a la Constitución comprenden varios Artículos: 3, 24, 27, y 130. de modo que el Estado laico garantiza el respeto de la libertad de creencias y la actuación de las agrupaciones religiosas en México.

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