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CASA DE LA BOLA
Como las personas, los edificios, las casas, tienen su propia historia. A través de la vida, todo deja huella. La vida se forma de luces y sombras y con ello queda marcada la personalidad y, por ende, el rico o pobre balance de nuestro paso por la tierra.
Una similitud entre las personalidades saturadas de experiencia -con las que se antoja charlar, preguntarles mil cosas de las que fueron testigos o protagonistas- y las viejas construcciones, viene a la mente al visitar casonas señoriales con muros revestidos de siglos de historia.
Tal es el caso de la Casa de la Bola (en la calle Parque Lira y anexa al parque público del mismo nombre), hoy convertida en museo privado, por expreso deseo de quien la habitara y fuera en vida su propietario: Antonio Haghenbeck y de la Lama. Pero no es ésta la única gran propiedad que él habitara y que legara a la posteridad en calidad de museo, ya que también era dueño y ha dejado con el mismo fin la ex-hacienda de Santa Mónica, en el Estado de México, y la ex-hacienda de San Cristóbal Polaxtla, en San Martín Texmelucan, Puebla.
Hoy por hoy es la Casa de la Bola -en pleno proceso de excelente restauración y acondicionamiento museográfico-, la que ya funciona, para deleite del público, como museo de visitas guiadas, en pequeños grupos.
El solitario caballero que fuera don Antonio Haghenbeck y de la Lama, quien muriera hace cinco años -, era un experto conocedor de arte y antigüedades, además de coleccionista que viajó por medio mundo. Visitó innumerables museos, muchos de los cuales, sobre todo en Europa, son o fueron las residencias, castillos y palacios particulares, que no obstante su transformación aún conservan un ambiente íntimo que les dota de un particular atractivo, de un tono vivo y humano disperso entre las múltiples obras de arte atesoradas por sus propietarios a lo largo de los siglos.
Cabe pensar que don Antonio, al disfrutar sus visitas a estos castillos y señoriales residencias, espléndidas en su acervo artístico y en su decir histórico, pensara en algún momento que sus casonas de México, algún día, cuando él ya no contara en este mundo, pudieran servir a la posteridad en forma similar, lo que sin duda se ha conseguido hoy.
Su legado, que hoy conforma la Fundación Cultural Haghenbeck y de la Lama, encierra infinitos tesoros artísticos de épocas muy diversas. Su sabor de historia viva se ve acentuado por el hecho de que, por su expreso mandato, cada salón, cada rincón, permanecen tal como el los habitara. Por eso, en este museo de La Casa de la Bola, igual que en los castillos europeos, aun se palpa la presencia de quien en vida fuera su legítimo poseedor.
Don Antonio disfrutó adquiriendo -como experto coleccionista de arte que era- muebles, pinturas, candiles, esculturas con las que decoraba su ámbito, teniendo cuidado, además, en respetar lo más posible el edificio tal como lo adquiriera de manos de su primo Joaquín Cortina Rincón Gallardo en el año de 1942.
Aparte de admiración, este museo produce curiosidad. Al llegar, el visitante se pregunta: "¿Aquí vivía, solo, ese señor?" "¿Cómo y cuándo acumularía tales maravillas ?" "¿Será este el oratorio donde rezaba y la Virgen predilecta en su devoción?" Así, el público no solamente se solaza en deleite estético a la vista de los cientos de objetos de arte que encierra, sino que se entretiene imaginando compartir, durante el recorrido, parte de la vida de un singular personaje.