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Ma. del Carmen Soto Balderas
Responsable del Archivo Histórico
El acervo histórico documental (AHBG), resguardado cuidadosamente en la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, conserva valiosos expedientes relacionados con hechos esenciales que han marcado la vida histórica de nuestro país.
Entre ellos se encuentran las ceremonias luctuosas a los Insurgentes, celebradas entre el 12 y 15 de septiembre de 1823, en la Colegiata de Guadalupe, cuando se recibieron sus restos para ser trasladados solemnemente a la Ciudad de México conforme al decreto del Soberano Congreso Cons- tituyente Mexicano, emitido el 21 de julio de 1823, en el cual declaraba beneméritos de la patria en grado heroico a don Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo, José María Morelos, Mariano Matamoros, I Leonardo y Miguel Bravo, Hermenegildo Galeana, José Mariano Jiménez, Francisco Javier Mina, Pedro Moreno y Víctor Rosales.
Disponía que los restos se exhumaran y se depositarán en urnas para ser trasladados a la Catedral Metropolitana de México el 17 de septiembre del mismo año, debiendo quedar escritos los nombres de estos héroes con letras de oro en el salón de Cortes.
La noticia fue recibida por el Sr. Abad Domingo Hernández el 9 de agosto, por medio de una circular del Gobierno Político Superior, que le envió, además, dos ejemplares del Bando publicado en la capital el día 2 de dicho mes por el Sr. Francisco Molinos del Campo, Jefe Superior Político Interino de la ciudad de México y su provincia, junto con una trascripción del decreto. Por: su parte, el Ayuntamiento de la Villa de Guadalupe comunicó al Cabildo el aviso de la salida de los restos el día 12 de septiembre, provenientes de la provincia de Guanajuato y de … Cuauhtitlán, notificando, además, el arribo para el día 15 de los del Sr. José María Morelos y Pavón.
En este día, el Abad recibe igualmente, una carta desde Azcapotzalco del Sr. Felipe Carvajal, donde le notifica la llegada, al día siguiente, de los restos de los señores Mariano Matamoros y Víctor Rosales, e inmediatamente el Cabildo dispuso todo lo necesario.
Gracias a una relación enviada por el prebendado José Leonardo Alarcón al Sr. Francisco Molinos del Campo, se sabe a detalle la gran pompa y magnificencia de las ceremonias que tuvieron tanto el recibimiento como la traslación de estos restos, ya que contó con la presencia del Supremo Poder Ejecutivo, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, el estado mayor general de los ejércitos, así como de todas las autoridades eclesiásticas, militares y políticas residentes en la ciudad de México
Los documentos mencionan que los restos se trasladaron el día 16 de septiembre con rumbo a la capital, debiendo llegar a la Garita de Peralvillo a las cuatro y media de la tarde. Allí se les rindieron honores militares. Posteriormente, fueron llevados a la iglesia de Santo Domingo, donde se celebró una misa solemne, a la que asistió don Vicente Guerrero como representante del Poder Ejecutivo.
Concluida la misa, las urnas de cristal fueron depositadas en la capilla de San Felipe de Jesús, en la Catedral de México, y años más tarde se colocaron en el Altar de los Reyes de la misma Catedral. Por otra parte, no podía faltar en el archivo histórico la noticia y los preparativos de otro acontecimiento como lo fue la coronación de don Agustín de Iturbide y Arámburu, ocurrida en la Catedral Metropolitana de México, el domingo 21 de julio de 1822. Para estos preparativos se contaba con la autorización del Cabildo de la Colegiata de Guadalupe a fin de que fuesen tocadas las insignias y vestiduras ante la Imagen de Santa María de Guadalupe y que llevaría el futuro emperador ese día, 7 de julio del mismo año a las cinco de la tarde: Esto, con el objeto de atraer las bendiciones del cielo.
Estas insignias fueron: la corona, tres diademas, el cetro, el anillo y el manto de terciopelo rojo "forrado de armiño y bordado en oro con pe- con pequeños carcajes y águilas coronadas".3 Posteriormente, el controvertido insurgente notifica al Sr. Abad Domingo Hernández, días después de su coronación, una visita privada para el 24 de julio en la tarde, con la intención de dar gracias a la Virgen de Guadalupe y besar su original.4
Antes de abdicar, en marzo de 1823, Iturbide decide donar el bastón de mando a la Virgen de Guadalupe, mismo que fue colocado dentro de una vidriera. Su colocación, empero duró poco tiempo, ya que para mayo del mismo año, el ministro Lucas Alamán, aunado a la intención del Cabildo eclesiástico de Guadalupe, sugiere quitar dicho bastón, ya que el Poder Ejecutivo no lo tenía a bien.5
Por lo tanto, se decide retirarlo aquella misma noche con el mayor sigilo, guardándolo en una bolsa en la Clavería con las demás alhajas de la Iglesia.6