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EL TOISON DE ORO II
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on Alfonso sólo mantuvo las pretensiones francesas, titulándose duque de Anjou, dignidad que, a su desaparición, heredó su hijo Luis Alfonso. Don Alfonso en sus memorias publicadas en 1983 dijo al respecto: ?Aun estando de acuerdo con mi padre en cuanto a que la Orden del Toisón de Oro es en su origen una Orden Exclusivamente familiar, creo también que , con el tiempo y por su historia, se ha convertido en una Orden de Estado y que en este sentido debe estar unida exclusivamente a quien ostente, de forma personal y de hecho, la titularidad de la Corona. Así, el Rey de España deberá ser siempre su Soberano.?Además de los collares numerados que se conservan, mientras están vacantes, en el Palacio de La Zarzuela y, ocasionalmente, en el Palacio Real, hay collares e insignias del Toisón de Otro en diversos museos y colección de todo el mundo, de los que podemos citar algunos ejemplos. Uno de los más antiguos, seguramente contemporáneo de Felipe II, se conserva en el Museo de Praga; la catedral de Cuenca conserva un Toisón con brillantes (junto a insignias de las órdenes de Cristo, de San Genaro y de Carlos III), la Cámara de los Diamantes del Kremlin moscovita custodia otro, de topacios de Brasil, muy de moda en el primer tercio del siglo XIX; la colección británica cuenta con piezas exquisitas desde mediados de la misma centuria; el Museo de la Legión de Honor, de París, exhibe el vellocino extraordinario, el del príncipe Luis Napoleón, Hijo de Eugenia de Montijo; el Topkapi de Estambul guarda el que poseyó el sultán abdul Hamid; el Museo Naval de Madrid conserva un collar de los llamados de alivio, que perteneció a Alfonso XII, y el Museo del Palacio de Ajuda, en Lisboa, se enorgullece con varios, particularmente el de Juan VI de Portugal, pieza de gran valor material y artístico.
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esgraciadamente, no ha llegado hasta nosotros el Toisón regalado por Carlos III a la catedral de Toledo sustraído, junto con otras piezas de procedencia regia, por orden de José Giral Pereira, presidente del Consejo de Ministros, el 4 de septiembre de 1936, el mismo día que cesaba en este cargo para pasar a ocupar el de ministro sin cartera. Sí se conserva el que ofrendó en usufructo Isabel II en 1854, a la virgen de Atocha. Compuesto de 62 eslabones, ese collar de oro que mide 1335 mm más 44 de vellocino, fue realizado en el mencionado año por el platero-diamantista de Cámara, Narciso Soria, según se desprende de los contrastes que ostenta, y no presenta ninguna particularidad respecto de lo prescrito en los estatutos de la orden para los collares ordinarios. Diña Isabel II, en su calidad de soberana de la insigne orden, iluso este collar a Nuestra Señora de Atocha, en un acto secreto, según dice textualmente el acta oficial levantada el 23 de marzo, en presencia de su esposo y de su hija primogénita, del primado de España, Juan José Tonel y Orbe, del patriarca de las Indias, Tomás Iglesias y Barcones y de otras personalidades.Resulta verdaderamente notable que el documento recoja el dato de que el collar fue impuesto por Isabel II por haberle sido concedido a esta imagen el Toisón por el rey Don Felipe IV, acontecimiento sin precedentes conocidos y sin ejemplos posteriores similares, pues supondría que el rey habría otorgado esta dignidad a la Virgen Santísima. En la misma ocasión se impusieron a la Virgen el collar y la placa de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. En este caso, la reina expresó su voluntad de que estas insignias ?sirviesen solo para el uso de Nuestra Señora de Atocha, reservándose, para si, sus hijos o sucesores el derecho de propiedad con cláusula de reversión en el caso de que por algún acontecimiento no pudiesen servir para ornato y culto de la Santísima Virgen?.
Además de los collares numerados que se conservan, mientras están vacantes, en el Palacio de La Zarzuela y, ocasionalmente, en el Palacio Real, hay collares e insignias del Toisón de Otro en diversos museos y colección de todo el mundo, de los que podemos citar algunos ejemplos. Uno de los más antiguos, seguramente contemporáneo de Felipe II, se conserva en el Museo de Praga; la catedral de Cuenca conserva un Toisón con brillantes (junto a insignias de las órdenes de Cristo, de San Genaro y de Carlos III), la Cámara de los Diamantes del Kremlin moscovita custodia otro, de topacios de Brasil, muy de moda en el primer tercio del siglo XIX; la colección británica cuenta con piezas exquisitas desde mediados de la misma centuria; el Museo de la Legión de Honor, de París, exhibe el vellocino extraordinario, el del príncipe Luis Napoleón, Hijo de Eugenia de Montijo; el Topkapi de Estambul guarda el que poseyó el sultán abdul Hamid; el Museo Naval de Madrid conserva un collar de los llamados de alivio, que perteneció a Alfonso XII, y el Museo del Palacio de Ajuda, en Lisboa, se enorgullece con varios, particularmente el de Juan VI de Portugal, pieza de gran valor material y artístico.
Desgraciadamente, no ha llegado hasta nosotros el Toisón regalado por Carlos III a la catedral de Toledo sustraído, junto con otras piezas de procedencia regia, por orden de José Giral Pereira, presidente del Consejo de Ministros, el 4 de septiembre de 1936, el mismo día que cesaba en este cargo para pasar a ocupar el de ministro sin cartera. Sí se conserva el que ofrendó en usufructo Isabel II en 1854, a la virgen de Atocha. Compuesto de 62 eslabones, ese collar de oro que mide 1335 mm más 44 de vellocino, fue realizado en el mencionado año por el platero-diamantista de Cámara, Narciso Soria, según se desprende de los contrastes que ostenta, y no presenta ninguna particularidad respecto de lo prescrito en los estatutos de la orden para los collares ordinarios. Diña Isabel II, en su calidad de soberana de la insigne orden, iluso este collar a Nuestra Señora de Atocha, en un acto secreto, según dice textualmente el acta oficial levantada el 23 de marzo, en presencia de su esposo y de su hija primogénita, del primado de España, Juan José Tonel y Orbe, del patriarca de las Indias, Tomás Iglesias y Barcones y de otras personalidades.
Resulta verdaderamente notable que el documento recoja el dato de que el collar fue impuesto por Isabel II por haberle sido concedido a esta imagen el Toisón por el rey Don Felipe IV, acontecimiento sin precedentes conocidos y sin ejemplos posteriores similares, pues supondría que el rey habría otorgado esta dignidad a la Virgen Santísima. En la misma ocasión se impusieron a la Virgen el collar y la placa de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. En este caso, la reina expresó su voluntad de que estas insignias ?sirviesen solo para el uso de Nuestra Señora de Atocha, reservándose, para si, sus hijos o sucesores el derecho de propiedad con cláusula de reversión en el caso de que por algún acontecimiento no pudiesen servir para ornato y culto de la Santísima Virgen?.