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Había una vez en el reino de Tzutuha-agua o fuente florida una princesa tan perfectamente hermosa que su padre el señor Exbalán tigre negro al nacer le había llamado mactzil-milagrosa, maravillosa.
Mactzul poseía oro y chalchihuites, cuentas de ámbar y turquesas, esclavas y mantas finas, extensos maizales, casa y jardines, cacao y pellones de pluma. Y como si no fuera tanta riqueza, aquella princesa además poseía campos floridos y lagos quietos, olorosos huertos y pajareras con las mas raras aves de color y trino ¡Mactzil era feliz, muy feliz!
Mas un día llego hasta la sala principal de palacio del señor Exbalan, un joven Mecatecatl el señor del corde, músico él que lucía hermosa diadema y collar de oro, y quien portaba un cordel de cuyas dos puntas colgaban sobre el pecho y la espalda, formando un trnzado de colores.
El joven mecatecatl llevaba, además, en la mano, su Ayotapalcatl – concha de tortuga-, por que el era un delicado trovador que había estudiado en el Mecatlán – lugar de los músicos. Aquel joven había recorrido muchos reinos llevado sus cantos y poesías que hablaban de flores hermosas y pájaros misteriosos, de grandes batallas e inconcebibles amores, idilios místicos y castigos crueles, ¡El era trovador nacido para cantar y siempre soñar!
Opichén – aromado pozo – se llamaba aquel esbelto como aguerrido joven, quien en momentos de descanso llego a contarle a la bella Mactzilo, que en sus largas correrías de trovador, había llegado hasta el palacio de una princesa maya, preciosa niña que por lo pálido de su rostro y lo blanco de su piel le llamaba Ixchel – luna.
Mactzil, intrigada, pidió mas noticias de su rival en belleza, preguntando curiosa, si tenia muchas joyas, y usaba esencias aromadas para su cutis, si sus ojos eran negros como la noche ,si su cabello era largo y sedoso y si sus jardines lucían tan hermosos como los tuyos.
Opichen satisfizo su curiosidad de princesa mimada, acabado por hablarle del tesoro que aquella niña poseía, consistente en un hermoso Kuk- quetzal-, el que tomaba sus alimentos en la mano de la princesa y que siempre iba posado en el hombro de su dueña.
-¿Un Quetzal ?- asombrada exclamo la princesa de Tzutuha. Yo se, porque lo he oído sabios, magos o adivinos- que esa ave es sagrada y nunca acepta el cautiverio, pues muere de tristeza al verse separada de sus hermosos bosques. ¿cómo es posible tal cosa?. Yo he visto con estos ojos que se han de convertir en polvo, el quetzal de la princesa Ixchel.
Mactzil ya no tuvo reposo. Por noches y días se le vio melancólica y silenciosa, y fueron vanos rodos los esfuersos del señor Exbalán para devolverle la alegría.
Una noche, noche de tormenta, Mactzil decidió ir a los lejanos bosques mas allá de Tzutuha en busca de un bello quetzal. Por días y semanas camino en dirección de las ciudades mayas hasta llegar al corazón de Xulús, esos diablillos que habitaban en los ríos y curaban con el agua todo mal de amores.
Asi, Mactzil llego al reino al reino de Yum Kax- señor de los bosques- quien al verla tan hermosa y tan niña accedió a guiarla por los ocultos senderos hasta el misterioso rincón donde Habitaban los Xulús. Cuando ambos llegaron hasta donde el agua brotaba, Yum Kax se despidió de ella deceandole que tuviera suerte.
Mactzil caminó y caminó hasta llegar al milagroso rio en donde alborozada se desprendió de su ropa, sumergiéndose en el agua esperando llegaran sus habitantes. Mas sucedió que el bosque ya estaba habitado por los pájaros verdes, los sagrados Kuk, y el príncipe de ellos que había sorprendido la presencia de la niña en su reino, contemplo como Mactzil se sumergía en el agua misteriosa de los Xulús.”
Realización:
Profra. Nelly Moreno Pérez.
Mary Luz Gómez Manzano.*.
Ana Laura Valadez Hernández
Marcela Morales Hernández.
Ivon Hernández Pérez.
Martha N. Muñoz García.
Adriana Aguirre Tenorio.
Laura A. Ovando Espejo.
Denisse Colindres Hernández