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Perros imperturbables conducen a los muertos por nueve ríos infernales hasta el inframundo mexicano. En el Mictlan (que en español quiere decir Lugar de los Muertos) imperan el dolor, las tardes sombrías, insondable tristeza. En vez del fuego eterno del infierno cristiano, sus moradores están perpetuamente condenados a una heladez espantosa.
La comida (si la hay) es detestable: tamales colmados de hediondos escarabajos, corazones humanos que chorrean sangre, plantas ponzoñosas… (entre los incas los condenados del infierno ingieren carbón, sapos y culebras). Los dioses del inframundo azteca devoran pies y manos. Su ropa es el pus que beben a una calavera.
En los primeros memoriales de Sahagún, citados por López Agustín en la pagina 180 de sus Augurios y abusiones, se alude a los execrables hábitos gastronómicos del abominable señor de los muertos ( Mictlantecutli ) de su compañera mictlancihuatl:
El señor del lugar de los muertos y la señora de los muertos comen allá, en el lugar de los muertos, plantas de pies palmas de manos.
Y su guisado es de pinacates; su atole, de podre, así lo beben dentro de una calavera. Comían muchos tamales rellenos; allá los comían en el
lugar de los Muertos. De pinacates están rellenos los tamales.
Realización:
Profra. Nelly Moreno Pérez.
Mary Luz Gómez Manzano.*.
Ana Laura Valadez Hernández
Marcela Morales Hernández.
Ivon Hernández Pérez.
Martha N. Muñoz García.
Adriana Aguirre Tenorio.
Laura A. Ovando Espejo.
Denisse Colindres Hernández