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LA CHINA POBLANA


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Cuenta la leyenda que la China Poblana era una princesa hija de un señor asiático. Se llamaba Mirra y fue raptada por piratas chinos, quienes la vendieron a otros piratas portugueses que la llevaron a Manila. Y sucedió que el Marques de Gelves, Virrey de la nueva España, le había encargado de buen parecer y gracia para el ministerio de palacio. El gobernador se apresuro a cumplir el encargo y adquirió la esclava Mirra para el Virrey, embarcándola en el celebre galeón de Manila, con destino al puerto de Acapulco en la costa Mexicana del pacífico. Acapulco era, en aquella época, importante centro del comercio marítimo entre América y Asia.

El marques de Gelves, sabiendo que su amigo el capitán Miguel Sosa que residía en Puebla de los Angeles, hacia frecuentes viajes a Acapulco, le encomendó recoger a Mirra .El capitán Sosa recibió a la cautiva en Acapulco y no pudo entregarla al Marques de Gelves, porque este a causa de los graves disturbios que ocurrieron e la ciudad de México, tuvo que abandonar el cargo y regresar a España . Por lo tanto el capitán se llevo a la esclava a Puebla, Una de las ciudades mexicanas más hermosas de la época colonial.

Al admirar la frescura de sus quince años, sus modales distinguidos y la rara belleza de su rostro oriental, y al recordar las extrañas circunstancias por las que la princesita asiática había ido a residir a Puebla, ciudad tan alejada de su patria, todos los que la veían empezaron a designarla cariñosamente con el nombre de China Poblana.

Sigue contando la leyenda, que el vestido de la princesita llamo tanto la atención de las mujeres de Puebla, que pronto empezaron a imitarlo, generalizándose su uso que ha perdurado a través del tiempo, al extremo de que el vestido de China Poblana, es actualmente uno de los más bellos de la indumentaria regional de México.

Con posterioridad de la princesita, empezó a adquirir visos de mayor certidumbre. Sus paternales amos se apresuraron a bautizarla y le pusieron el nombre de Catalina de San Juan. Después, hicieron que ingresara en un convento para que recibiera educación católica. En el curso del tiempo, fue revelado su grandeza de alma y la bondad de sus sentimientos. Adornada de grandes virtudes, era sumamente modesta y caritativa.

Aunque , como ya hemos visto, lleva su nombre uno de los atavíos femeninos mas bellos y suntuosos de México, la China Poblana pronto abandono sus galas asiáticas. Durante el resto de su vida, vistió modestamente, y ella misma alabaron los contemporáneos de la China Poblana quienes también ensalzaron las grandes virtudes que la adornaban.

Después de una vida de ejemplar recogimiento, la princesita murió en 1688. El Cabildo Eclesiástico de Puebla, decidió hacerle honras fúnebres, de acuerdo con las virtudes que atesoraba y que la convirtieron en un desecho de cristiandad. El pueblo conservo celosamente el recuerdo de la china poblana y durante muchos años acudió a venerar su tumba en la cripta del templo de la Compañía de Jesús.

La fantasía y la realidad que tan armónicamente se combinan en la leyenda de la China Poblana, se juntan para dar cuerpo a un bello mensaje de fraternidad universal , que salvando distancias, une a razas distintas y separadas por la inmensidad del océano, y crea entre ellas lazos de afecto y admiración.

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