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En México


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San Josemaría estuvo en México desde el 15 de mayo al 22 de junio de 1970.

 

Al ver los efectos de la falta de fe y de vida cristiana en tantas
personas, san Josemaría decidió lanzarse al ruedo para confirmar a las
gentes en la fe y darles razón de su esperanza, y a partir de 1970
realizó largos viajes de catequesis por diversos países del mundo. Tuvo
numerosos encuentros multitudinarios con hombres y mujeres de los más
diversos ambientes, para hablarles en familia de múltiples aspectos de
la fe: de la doctrina, y de la práctica de la doctrina de Jesucristo.
Esas reuniones multitudinarias, en las que le planteaban preguntas
sobre las cuestiones más candentes y vitales, tenían sabor de intimidad
gracias a su predicación vibrante y cordial, y a sus respuestas
directas y personales.

 

 

 

México mayo de 1970. 

Inicia una novena en la Villa de Guadalupe, en México, para pedir por
la paz del mundo, por la Iglesia y por el Romano Pontífice: ?He venido
a ver a la Virgen de Guadalupe y de paso a veros a vosotros. ¿No os
enfadáis por ser el segundo motivo?? Más tarde añade: ?No he venido a
enseñar, sino a aprender?.

 

 

 

 ?Hijos míos, he venido a México a hacer esta novena a nuestra Madre.
Hubiera ido de rodillas, como lo hacen aquí, pero no me han dejado?.
Con estas palabras resumía Monseñor Escrivá el motivo de su viaje a
México, realizado en mayo de 1970.

 

 

Su catequesis en México duró un mes, desde el 15 de mayo al 22 de
junio. Durante ese tiempo, habló de Dios a miles de personas de los
ambientes más variados: madres de familia, obreros, estudiantes,
jóvenes profesionales… A los campesinos del Estado de Morelos, donde
algunos miembros del Opus Dei, junto con otras personas, habían puesto
en marcha una escuela agrícola, les decía: ?Todos, vosotros y nosotros,
estamos preocupados en que mejoréis, en que salgáis de esta situación,
de manera que no tengáis agobios económicos… Vamos a procurar también
que vuestros hijos adquieran cultura: veréis cómo entre todos lo
lograremos, y que ?los que tengan talento y deseo de estudiar? lleguen
muy alto. Al principio serán pocos, pero con los años… Y ¿cómo lo
haremos? ¿Como quien hace un favor?… No, mis hijos, ¡eso no! ¿No os
he dicho que todos somos iguales??

 

 

San Josemaría Escrivá de Balaguer a los pies de la Virgen de Guadalupe.

?Hijos míos, durante este mes de mayo he ido de romería a Torreciudad,
descalzo, a honrar a Nuestra Señora. También he estado en Fátima,
descalzo otra vez, a honrar a Nuestra Señora con espíritu de
penitencia. Ahora he venido a México a hacer esta novena a Nuestra
Madre. Hubiera ido de rodillas, como lo hacen aquí, pero no me han
dejado. Para esto he venido a México: para querer más a Nuestra Madre.
Y creo que puedo decir que la quiero tanto como los mexicanos la
quieren?. Con estas palabras resumía Mons. Escrivá el motivo de su
viaje a México realizado a mediados de mayo de 1970 en compañía de
Mons. Álvaro del Portillo, quien fue después su primer sucesor al
frente de la Obra, y de Mons. Javier Echevarría, actual Prelado del
Opus Dei.

«He tardado veintiún años en venir a estas tierras», comenta Mons.
Escrivá de Balaguer en cuanto pisa suelo mexicano. Durante sus cuarenta
días de permanencia en el país, verá a más de veinte mil personas de
toda América. Su encendido amor a Jesucristo, a la Virgen, a la Iglesia
y al Papa, dejan una profunda huella en quienes asisten a los coloquios
siempre llenos de cordialidad que se organizan junto a él. 

 

 La víspera de su regreso a Roma, el fundador del Opus Dei se reunió con
un grupo de jóvenes universitarios. Uno de ellos tomó una guitarra y le
dijo que quería que escuchase una canción que se suele cantar a la
Virgen de Guadalupe cuando le llevan mañanitas a la Villa.

El Padre asintió con la cabeza y aquel chico empezó a rasguear las cuerdas y a entonar con voz templada:
Quiero cantarte, mujer,
mi más bonita canción…

Luego prosiguió con voz fuerte:
Tuyo es mi corazón,
oh, sol de mi querer.
Tuyo es todo mi amor,
mi ser te consagré.
Mi vida la embellece
una esperanza azul…

El Padre, de pronto, se puso en pie.
¿Por qué no vamos a la Villa todos -nos propuso- para cantarle eso a la Virgen, a darle nuestra serenata?

A las ocho de la tarde, la hora convenida, estábamos todos en la Villa,
apiñados junto al Padre en torno a la Guadalupana. Nada más llegar, el
Padre se dirigió al presbiterio y se puso de pie, delante del altar
central, bajo la imagen de la Virgen. Entonó una Salve. El templo
estaba completamente abarrotado: habían venido centenares y centenares
de personas de todo tipo y condición a rondar a Nuestra Señora junto al
Padre, para darle una serenata de veneración y cariño.

A continuación el Padre se situó junto a un reclinatorio, en el lado derecho del templo. Comenzaron a sonar las guitarras:
Tuyo es mi corazón
oh sol de mi querer…

El Padre permanecía en pie, muy emocionado, con la mirada fija en la
Virgen. En un determinado momento se arrodilló y se cubrió la cara con
las manos, apoyándose en el respaldo del reclinatorio, conteniendo las
lágrimas. Se dio inicio a la segunda canción:
…Yo le dije
que de Ella tan solo
estaba enamorado,
que sus ojos
como dos luceros
me habían fascinado…
Mientras más
pienso en ella,
mucho más la quiero…

 

Al escuchar estas palabras, visiblemente emocionado, el Padre se
levantó y salió del templo. Unos pocos le acompañamos, mientras casi
todos permanecían en la Basílica cantando esa canción de amor y
agradecimiento a la Virgen. A través de la sacristía, llena de exvotos,
y de la galería de los milagros llegamos al coche y salimos camino de
nuestra casa. Llevábamos ya un cierto recorrido en un silencio
embarazoso que ninguno se atrevía a romper, cuando el Padre exclamó a
media voz:


-¡Este México es mucho México!

Siguiendo su ejemplo, en 1983 y 1988, Mons. Álvaro del Portillo visita
México para postrarse a los pies de la Virgen de Guadalupe y convivir
con sus hijos.

 

 

 

San Josemaría Escrivá
Fundador del Opus Dei

ORACIÓN

Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San
Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como
instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación
en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes
ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir
con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las
almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y
del amor. Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te
pido… (pídase). Así sea.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

 

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