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PALACIO POSTAL DE MÉXICO


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Cumple  el Palacio Postal cien años de su construcción

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El edificio fue inaugurado el 17 de febrero de 1907. Archivo

La edificación inició en septiembre 1902 por orden de Porfirio Díaz, acorde a la importancia del servicio postal mexicano y al volumen que se manejaba en ese tiempo, que era de aproximadamente 130 millones de piezas. 

México.- Considerado como un edificio clásico del academicismo ecléctico de principios del siglo XX, por mezclar los estilos plateresco isabelino anterior a la conquista y el gótico veneciano, predominantemente, el Palacio Postal cumple este 17 de febrero su primer centenario de existencia.

Conocido también como la ââ?¬Å?Quinta casa de correosââ?¬Â, el inmueble declarado Monumento Artístico el 4 de mayo de 1987 es uno de los más hermosos del Centro Histórico de la Ciudad de México, al considerarse como la síntesis de la creatividad de profesionales de la arquitectura como Adamo Boari y un grupo de artesanos mexicanos que plasmaron su arte en cada piedra.

La construcción del Palacio Postal, ubicado en la esquina de la calle de Tacuba y el Eje Central Lázaro Cárdenas, inició el 14 de septiembre 1902, por mandato del entonces presidente Porfirio Díaz, acorde a la importancia del servicio postal mexicano, sus funciones y al volumen de piezas postales que se manejaban en ese tiempo, que era de aproximadamente 130 millones.

De acuerdo con información del Servicio Postal Mexicano, el entonces director general de Correos, Ramón de Zamacona e Inclán, planteó la apremiante necesidad que tenía el servicio de correos de contar con un edificio propio dada su gran demanda.

Desde el inicio del siglo XIX, el correo se convirtió en uno de los principales medios de comunicación del mundo, por ello se hacía necesaria la construcción de un edificio que satisficiera las necesidades del manejo de los altos volúmenes de correspondencia.

Tan sólo en 1900 ââ?¬Å?el Servicio Postal Mexicano tuvo un movimiento anual de 134 millones 631 mil 009 piezas postales y contaba con mil 972 oficinas y un presupuesto de dos millones 178 mil 593 pesos con 88 centavosââ?¬Â.

Así, se acordó construir el edificio de correos en el terreno que ocupaba el antiguo Hospital de Terceros Franciscanos, demolido a principios de 1902, sobre una superficie de tres mil 730 metros cuadrados para darle cabida a los volúmenes que manejaba.

Se desplantó la cimentación tipo ââ?¬Å?Chicagoââ?¬Â, consistente en una losa de concreto corrida con espesor promedio de 70 centímetros y una estructura de viguetas de acero con un peralte de 21 pulgadas en ambos sentidos. La estructura fue elaborada en Nueva York, por la empresa ââ?¬Å?Millinken Brothersââ?¬Â y trasladada a México en 1903.

En su construcción no se escatimaron recursos ni detalles, se combinaron materiales y elementos traídos de Europa con los hechos y producidos en MÃ?½xico, y el resultado está a la vista: un edificio hermoso, principal exponente del acervo arquitectónico con que cuenta nuestro país y patrimonio de todos los mexicanos.

El edificio fue inaugurado el 17 de febrero de 1907 por el entonces presidente Porfirio Díaz, con un simbólico acto de carácter postal, al depositar dos tarjetas, con una viñeta del Palacio, en los buzones del inmueble.

Los documentos fueron colocados, uno, en el buzón dedicado a captar la correspondencia que circulaba en la Ciudad de México y, el otro, en el armazón destinado a la correspondencia enviada al interior del país.

Pensado desde un principio como un moderno y funcional edificio de correos, acorde a las necesidades de principios de siglo XX, el inmueble conjuga la belleza de los elementos estéticos con las técnicas más modernas de construcción del momento, característica que lo hace único en su tipo por su combinación incomparable de formas y estructuras.

Testigo mudo no sólo de la historia del correo mexicano sino de los diferentes acontecimientos que han transformado la vida política del país, el Palacio Postal es considerado como una obra sui generis, única en su tipo, pues integra elementos de los estilos gótico, plateresco español, veneciano y art nouveau.

En el inmueble, que abarca 12 mil 500 metros de construcción divididos en cuatro pisos, se encuentran obras de arte, está ornamentado con mármoles y trabajos de escayola en sus bellas columnas, así como de un fino trabajo de cantería en su hermosa fachada de piedra de cantera blanca de Pachuca.

A decir de los expertos, el inmueble cuenta con una espléndida fachada en cantera, con decoraciones de tipo renacentista con una puerta principal ochavada sobre la esquina cubierta por una marquesina de hierro forjado, la cual es sostenida desde el muro superior por dos grandes cadenas.

Ese efecto la hace parecer como un gran puente levadizo que, a su vez, es coronado por dos balcones que le otorgan un toque verdaderamente señorial junto con las gárgolas y detalles de los pórticos que se ubican también en la fachada.

En su interior sobresalen, entre otros elementos, los frescos de Bartolomé Gallotti, pintados al temple sobre una base de oro de 24 kilates, con motivos alusivos a la historia de la comunicación escrita y el envío de mensajes.

Ubicados en la Sala de Juntas de la ââ?¬Å?Quinta casa de correosââ?¬Â, las pinturas son realistas, con un fuerte toque de impresionismo, porque en ciertos momentos su autor resuelve algunas formas con trazos de manchas, logrando así el efecto deseado.

Otra de las obras que destacan por su belleza es el reloj monumental del pan coupé, de manufactura alemana, y su carillón, que luego de la restauración del inmueble en la década de 1990, luce tal y como Adamo Boari lo diseñó.

Su maquinaria, que para su reparación el grupo envabezado por el arquitecto Agustín de los Ríos Paredes necesitó una cuidadosa investigación en el Archivo General de la Nación, puede ser admirada en el tercer nivel del edificio.

De acuerdo con la literatura existente, la investigación arrojó importantes datos como el nombre de los fabricantes y las cartas de contratación que, junto con croquis y fotografías de su estado original, permitieron su rehabilitación.

De los patios del Palacio Postal, destaca en el primero la escalera monumental por la que se asciende a los cuatro niveles y desde la que se observan, repartidas en las cuatro caras, las banderas de los países que pertenecían a la Unión Postal Universal en el momento de su fundación.

Con el paso del tiempo, el edificio tuvo diversas modificaciones estéticas que, a decir de los expertos, algunas de ellas fueron desafortunadas, como la coloración de la herrería o la desaparición de los dos elevadores del vestíbulo o la sustitución de candiles de bronce por lámparas fluorescentes.

Pese a esas modificaciones, los sismos, cambios climáticos y sustancias contaminantes que flotan en el ambiente, el Palacio Postal, en su primer centenario, se conserva como uno de los edificios más emblemáticos y bellos dentro de la arquitectura mexicana, digno de ser visitado por nacionales y extranjeros.

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