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92 Aniversario luctuoso de Porfirio Díaz


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Durante la noche del 25 de mayo, acudieron a la calle de Cadena #8 (hoy Venustiano Carranza, Centro) varios automóviles para llevar al general Díaz y su familia a la estación de San Lázaro. Al pasar por la Plaza de Armas (mejor conocida como el zócalo), Díaz vio por última vez lo que durante más de 30 años fue como su segunda casa: la silueta del Palacio Nacional.

  

92 Aniversario Luctuoso

del
Excelentísimo Señor Presidente de México
Don PorfirioDíaz Mori
Caballero de la Orden de S.M. Carlos III
y
de la Legión de Honor.
 

2 de Julio de 1915-2 de Julio de 2007

  

Escudo de Armas  Díaz

El 26 de mayo de 1911, en la ciudad de México, Francisco León de la Barra protestaba, en su carácter de secretario de Relaciones Exteriores, para ocupar de manera interina la presidencia de la República Mexicana. Sustituía así en el cargo al general Porfirio Díaz quien se dirigía a Veracruz, para embarcarse a Europa.

 

Cadena numero 8 hoy Venustiano Carranza ,ciudad de México

Durante la noche del 25 de mayo, acudieron a la calle de Cadena #8 (hoy Venustiano Carranza, Centro) varios automóviles para llevar al general Díaz y su familia a la estación de San Lázaro. Al pasar por la Plaza de Armas (mejor conocida como el zócalo), Díaz vio por última vez lo que durante más de 30 años fue como su segunda casa: la silueta del Palacio Nacional.

 

El Ypiranga, buque que lo llevó a Europa, acababa de llegar al puerto, procedente de Coatzacoalcos. Sus palabras de despedida, pronunciadas con voz quebrada, fueron grabadas en cilindros de cera: "Guardo este recuerdo en lo más íntimo de mi corazón y no se apartará de él mientras yo viva".

 

Las bandas del puerto tocaron el himno nacional; hubo pañuelos, lágrimas y flores; sonaron 21 cañonazos en la cima del baluarte de Santiago. Después, en la madrugada del 1º de junio el Ypiranga se deslizó en silencio para llevar a Francia, lugar donde fijaría su residencia, al general Porfirio Díaz y su familia.

 

Mientras vivió en Europa recibió muchas condecoraciones, que sumadas a las que se le otorgaron cuando era presidente de México, llegaron a 26. Entre éstas destacaban: la Gran Cruz de Isabel la Católica, concedida por el rey de España; el Gran Collar del águila Roja, entregada por el káiser de Alemania; la Gran Cruz de San Estanilslao Nevski, conferida por el zar de Rusia; el Gran Collar de la Orden del Sol y del León, obsequiado por el shah de Persia; la Gran Cruz de la Orden del Crisantemo, dispensada por el soberano del Japón y el Gran Collar del Dragón Rojo, ofrecida por el emperador de China.

Orden de la Legión de Honor de Francia

Real y Distinguida Orden de

Su Majestad Católica Don Carlos III Rey de España e Indias.

A pesar de que la vejez fue benévola con Díaz, los años no pasaron en vano para él. La última de sus batallas estaba por perderla.

 

Don Porfirio Díaz en Biarritz

A media mañana del viernes 2 de julio de 1915 en su casa  del numero 23 de la avenida del Bosque de Boulogne en compañia de  su esposa y fiel compañera Doña Mariana Fabiana Sebastiana Carmen Romero Rubio y Castelló,  la palabra se le fue acabando y el pensamiento haciéndosele más y más incoherente. Poco a poco, se fue quedando inmóvil. Todavía pudo, a señas, dar a entender que se le entumía el cuerpo y que le dolía la cabeza.

 

A las seis de la tarde perdió el conocimiento, minutos después, sin abrir los ojos, falleció.

 

Tres días después de su muerte, inyectaron el cadáver con sales de alúmina para su conservación. Las exequias tuvieron lugar el 6 de julio por la mañana en el templo de Saint-Honoré d’Eylau. El ataúd, cubierto con la bandera de México, mostraba sobre su vértice la espada del General Porfirio Díaz.

 

Muchos mexicanos que compartieron el exilio con él, le prodigaron el adiós definitivo los León de la Barra,los Béistegui,los Mier,los Yturbe, Landa y Escandón,los García-Pimentel,los Romero Rubio y Castelló y los representantes del gobierno frances. 

 
A lo largo de su exilio, el general Porfirio Díaz aprendió a vivir con dos sentimientos encontrados: uno de culpa por la situación que vivía su país y otro de desconsuelo por lo que consideraba la ingratitud de sus conciudadanos. Díaz estuvo siempre convencido de que, por encima de los males, había gobernado para el bien del país. Con el exilio acabó por perder lo que más quiso: el poder y la gloria. Ese sentimiento de desconsuelo lo llevó por el resto de su vida. Así se lo hizo saber al escritor Federico Gamboa: "Me siento herido. Una parte del país se alzó en armas para derribarme, y la otra se cruzó de brazos para verme caer. Las dos me eran deudoras de una porción de cosas".


Actualmente sus  sepulcro se encuentran en el cementerio de Montparnasse en Paris Francia, su capilla tiene grabada en bronce, sobre su vértice el aguila mexicana de frente con las alas desplegadas al aire.

Don Porfirio Díaz Mori

Imagenes cortesia del Archivo de Don Eduardo Rincón Gallardo Díaz y del Archivo de la Familia Pineda-Blancarte

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