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Escuela Femenina de Montefalco, Morelos
Jonacatepec, Estado de Morelos, México
Los inicios de Santa Clara de Montefalco, se remontan a 1616. El origen de la tierra de lo que se convertiría en la poderosa hacienda, está en una merced otorgada por el cuarto marqués del Valle, don Pedro Cortés nieto del Conquistador y muy afecto a arrendar sus propiedades, consistentes en dos caballerías de tierra (casi 86 hectáreas), y un sitio de estancia para ganado menor (unas 780 hectáreas). Arrendaba a don Pedro Aragón en 1616, dando la licencia para sembrar caña de azúcar y establecer un trapiche de tracción animal, dos años después, el 20 de octubre de 1618.
La hacienda de Santa Ana Tenango tiene su origen en parte de una merced otorgada, en 1589, por el virrey Márquez de villa Manrique, de un sitio de ganado menor y dos caballerías de tierra, a su primer propietario que fue Luis Rebolledo. Establece el primer trapiche alrededor de 1640, pasó después a su hijo Francisco de Rebolledo, quién a su vez vendió la finca en 1650 a Pedro Sáenz de Rosas.
Al establecerse en Jonacatepec don Pedro Segura como Teniente de justicia, buscó la forma de mejorar la forma de vida de los pocos habitantes, estos vivían dispersos en casas de zacate, haciendo plaza frente al convento. La casa de comercio propiedad de don Martín de la Rosa pariente de Pedro Trápaga de Rosas, ocupaba el lado sur de la plaza; por cierto a don Martín se le atribuye la construcción del puente de la barranca honda, así como la donación de la imagen del señor de las tres caídas a la capilla del barrio de San Martín y de la virgen de la Soledad a la capilla del barrio de San Francisco. En el lado poniente se ubica la casa de la Justicia y del lado norte la cárcel.
Al morir don Antonio de Arrigorrieta en marzo de 1708, dejando como herederas a sus hijas y a don Pedro de Segura, éste tuvo que regresar a Santa Clara y tras negociaciones con la viuda y las hijas de Arrigorrieta, le vendieron su parte quedando como único dueño.
A su muerte en 1740 y como no tenía descendientes, heredó las propiedades a su sobrino don Juan Francisco de Urtaza, quien llegó a México en 1726, casándose poco después con doña María Jacinta de Córdoba, natural de la Ciudad de México, procreando tres hijos, José Francisco, María Josefa e Ignacia Josefa.
Don Juan Francisco de Urtaza resultó ser un buen administrador como su tío adquiriendo la hacienda de Santa Anna Tenango en 1750, llegando a ser el mayor terrateniente de la región, el único que pudo agrandar la propiedad en el siglo XIII y contar con dos ingenios. Modernizando las fábricas y estableciendo la base emporio azucarero del oriente del hoy estado de Morelos. En este período pasando del antiguo procedimiento de "fuego directo" al innovador sistema de vapor que permite a Santa Clara pasar a un elevado incremento de producción en 1869.
La buena fortuna que tuvo en los negocios, no la tuvo en el seno familiar, ya que su único hijo varón y sus dos hijas murieron en la infancia, quedando sin descendientes que heredaran las fincas.
La súbita muerte de su esposa doña María Jacinta de Córdoba en 1752, lo decidió a nombrar sucesor, para lo cual pudo haber elegido entre los numerosos parientes de una mujer avecindados en la Ciudad de México, prefiriendo seguir con la tradición familiar implantada por su lejano antepasado don Domingo de Arrigorrieta, la cual propiedad de Santa Clara y Tenango pasaba de tío a sobrino.
Por lo tanto, ese mismo año, don Juan F. de Urtaza envió un mensaje urgente a la villa de Armentia, en el país Vasco, pidiendo que viniera a la Nueva España su joven sobrino, José Antonio de Zalvidegoitia, quien llegó a Santa Clara en 1753, probando desde un principio tener una gran capacidad para el trabajo, por lo que su tío lo nombró, en ese mismo año, administrador de Santa Anna Tenango.
En poco tiempo Zalvidegoitia aprendió todos los aspectos de la siembra de caña y del proceso para la fabricación de azúcar, así como el manejo de la hacienda, con lo que se convirtió en el indispensable asistente de su tío, quien en 1754 hizo testamento a su favor y no queriendo heredarle problemas posteriores, solicitó una nueva revisión de los títulos de propiedad de las haciendas, lo cual si le costó mucho tiempo y dinero, también le permitió contar con una titulación legalmente perfecta.
Don Juan Francisco de Urtaza falleció el 9 de junio de 1759, dejando como único heredero a José Antonio de Zalvidegoitia.
San Josemaría hizo un largo viaje de por México desde el 15 de mayo al 22 de junio de 1970, en el que viajó hasta Montefalco, una antigua hacienda del Estado de Morelos.
En la actualidad Montefalco es una iniciativa promovida por personas y cooperadores del Opus Dei para la capacitación de los campesinos de la zona.
La fotografía recoge un momento del encuentro de catequesis de Escrivá con los campesinos de Morelos a los que habló de amor a Dios, sentido cristiano de la familia y del trabajo y justicia social.
Una locura
Montefalco era una antigua hacienda quemada por Zapata durante los años de la Revolución que había estado en ruinas durante décadas. Surgió con el aliento de Pedro Casciaro, un sacerdote del Opus Dei que comenzó el trabajo apostólico de esta realidad de la Iglesia en México.
"Montefalco es una locura de amor de Dios ? dijo Escrivá cuando vio aquel conjunto de edificios reconstruidos-. Suelo decir que la pedagogía del Opus Dei se resume en dos afirmaciones: obrar con sentido común y obrar con sentido sobrenatural. En esta casa, Don Pedro y mis hijas e hijos mexicanos, no han obrado más que con sentido sobrenatural.
"Recibir con alegría un montón de ruinas humanamente es absurdo… Pero habéis pensado en las almas, y habéis hecho realidad una maravilla de amor. Dios os bendiga". Estoy dispuesto a ir con la mano extendida, pidiendo dinero para terminar Montefalco. Lo acabaremos, con vuestro sacrificio, y con la ayuda, como siempre, de tantas personas que están dispuestas a colaborar en una tarea que será un gran bien para todo México. Es una locura, pero una locura de amor.
Guadalupe Ortíz de Landázuri, ha sido una de las primeras mujeres del Opus Dei que comenzaron en México, en Montefalco.
1970: Escrivá en Montefalco: ¿No os he dicho que todos somos iguales?
En 1970, durante la visita del fundador, la antigua hacienda reconstruida albergaba ya un Centro de Encuentros, creado en 1952; una Escuela bienal de Economía Doméstica; una Escuela Rural abierta en 1958, llamada El Peñón; la Escuela Femenina de Montefalco y una Escuela Normal para educadoras. En la actualidad estas iniciativas se han consolidado y han ido surgiendo otras nuevas.
Todos, vosotros y nosotros ?dijo Escrivá a los campesinos que acudieron a escucharle? estamos preocupados en que mejoréis, en que salgáis de esta situación, de manera que no tengáis agobios económicos… Vamos a procurar también que vuestros hijos adquieran cultura: veréis cómo entre todos lo lograremos y que ?los que tengan talento y deseo de estudiar ? lleguen muy alto. Al principio serán pocos, pero con los años… Y ¿cómo lo haremos? ¿Como quien hace un favor?… No, mis hijos, ¡eso no! ¿No os he dicho que todos somos iguales?
La Escuela Agraria El Peñón
Años después Antonio Sánchez, uno de los creadores de la Escuela Agraria El Peñón recordaba en una entrevista para la televisión algunos aspectos de la historia de Montefalco y el impacto que le produjo ese encuentro con Escrivá.
?La Hacienda de Montefalco era a principios de siglo un ingenio azucarero muy próspero ?contaba Sánchez-. Pero tras la Revolución y el levantamiento que hizo don Emiliano Zapata por estas tierras, la hacienda fue quemada y sólo quedaron algunos muros en pie, hasta que en 1951 los antiguos dueños de la Hacienda, teniéndola como un montón de ruinas, conocieron al padre Pedro Casciaro, que vino aquí a México, enviado por Monseñor Escrivá para iniciar la labor del Opus Dei.
Estas personas le ofrecieron al padre Pedro Casciaro las ruinas, por si acaso podían servir para hacer alguna labor social en beneficio de las gentes, y don Pedro, que ya tenía algunas personas amigas en México, lo que hizo fue animarlas, impulsarlas… Y se formó un Patronato, una asociación civil, que ha ido reconstruyendo, poco a poco, todo esto a lo largo de los años?
En 1961 se arregló esta parte, donde está el centro agropecuario experimental `El Peñon`. Se inició con una labor muy sencilla, verdad, que ha ido creciendo y ha sido un foco de formación humana y cristiana para todas las gentes de la región. Son, aproximadamente, como unos veinte pueblos los que se han ido beneficiando con esta labor social, educativa y de formación y capacitación para el trabajo.
Todo esto ha tenido diferentes etapas, verdad. Al comienzo venían muchachos de diferentes lugares de la República, con una preparación muy, muy pobre, y pasaban dos o tres meses en cursos intensivos. Después volvían a su lugar de origen; pero eso dificultaba la continuidad en su formación y en 1965 elaboramos un plan de estudio de capacitación de técnico agropecuario.
En aquel entonces venían los muchachos, solamente con su Primaria, y estudiaban durante tres años aquí en la Escuela.
Se trataba de buscar personas que llenaran el hueco entre el ingeniero agrónomo y el campesino, que no tenía prácticamente ningún conocimiento.
Y pocos años después fue cuando tuvimos la visita de monseñor Escrivá, que nos animó a intensificar las labores con obreros y campesinos. ?Hemos de ayudarles con calor humano y afecto sobrenatural?, nos dijo.
Y nos insistió en que teníamos que trabajar para que esos campesinos tuvieran la cultura necesaria para que pudieran sacar de su trabajo, estas fueron sus palabras, ?más fruto material y lleguen a mantener la familia con más desahogo y dignidad?. Eso dijo.
No es justo que haya familias que estén siempre abajo
Y nos dijo, además: ?Para eso no hay que hundir a los que están arriba, pero no es justo que haya familias que estén siempre abajo." Eso nos animó mucho, y en 1971 iniciamos otro periodo en el Peñón. Empezamos con una telesecundaria con once alumnos, que luego fue creciendo y creciendo?
Y ahora empezamos a ver como vienen a la Escuela los hijos de los primeros alumnos que cursaron aquí por aquellos años.
Ese bachillerato tiene como dos vertientes. Una en la que los muchachos tienen una carrera de técnico agropecuario; y la otra posibilidad es pasar a la Universidad.
En 1984 empezamos a trabajar con un bachillerato, porque los padres de familia nos insistían que debíamos de hacer alguna cosa para que sus hijos tuviesen una preparación más completa.
Algunos de ellos están cursando diferentes carreras, que van a ser de mucho provecho, porque es necesario que esta labor educativa tenga continuidad y pensamos que algunos de ellos continúen con esta labor.
También procuramos dar una formación integral en un ambiente de libertad y de respeto, sin dejar el aspecto espiritual como una cosa que solamente se deba atender en el hogar; y eso ayuda muchísimo a que haya un ambiente sano, y al aprendizaje. Hace años nos visitaba una persona que es autoridad en la Secretaria de Educación Pública, y visitando los grupos nos comentaba que había notado en los muchachos una brillantez en sus ojos y una mirada limpia.
De principio nosotros no supimos qué responder a ese detalle que esa persona notaba. Y después, comentándolo, nos dimos cuenta de que la Confesión, la frecuencia de Sacramentos, etc., es lo que les da a los muchachos esa alegría y esa brillantez, esa limpieza en la mirada…
Por todos los pueblos del Valle
Pero no son sólo los muchachos. La formación cristiana que da el Opus Dei se extiende por todos los pueblos del Valle, con efectos muy positivos, porque aquí en los pueblos, suceden a veces? cosas muy tristes de comentar. La gente se llega a matar por peleas, por riñas, por cosas de nada
Y aquí en esta región durante mucho tiempo la forma, diríamos, normal, de casarse era que se ponían de acuerdo el muchacho y la muchacha, y él la robaba, como vulgarmente se suele decir aquí. Es decir, una noche la sacaba de su casa, se iba con ella a vivir, y ya está.
Se ha logrado con esa formación cristiana que han ido sembrando las personas del Opus Dei, que en muchos hogares haya armonía y paz. Y han ido disminuyendo, y en algunos pueblos casi han desaparecido, esas peleas y esas muertes tan dolorosas.
Y también hemos visto, durante estos últimos años, con un gusto muy grande, que se hace la petición de mano de la novia y luego después se preparan para la boda y se hacen fiestas sencillas, alegres y se casan por la Iglesia. Y eso va dando pie para que los hogares tengan ese cimiento cristiano, que hará que la formación de los hijos sea mucho más completa y esté cobijada desde un principio por la formación cristiana".
Jonacatepec, Mor. 62930
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